Los efectos del cloro en la potabilización del agua se descubrieron a mediados del siglo XIX. Desde entonces, muchas de las enfermedades infecciosas que más afectaban a la humanidad se han visto reducidas, incluso hasta su desaparición. Los países desarrollados deben agradecer a este descubrimiento el aumento en 30 años de la expectativa de vida de sus ciudadanos. Como describe la revista norteamericana Life: “La filtración de agua potable y el empleo de cloro es probablemente el avance de salud pública más significativo del pasado milenio”.
egún la Organización Mundial de la Salud, la desinfección con cloro es la mejor garantía del agua microbiológicamente potable. El hipoclorito de sodio es efectivo para combatir todo tipo de microbios (bacterias, virus, hongos y levaduras), algas y limos que se desarrollan en el interior de las tuberías de suministro y en los depósitos de almacenamiento. Solo la cloración garantiza que el agua ya tratada se mantiene libre de gérmenes durante su tránsito antes de llegar al grifo, además de ser también el método más económico.
El cloro es un producto químico relativamente barato y ampliamente disponible en el mercado. Este desinfectante se consume a medida que toma contacto directo con los organismos y va destruyendo la estructura celular de los mismos. Por eso es elemental que el agua esté limpia cuando es clorada y no, por ejemplo, contenga lodo donde se pueden esconder las partículas.
Para que la desinfección suceda, el químico necesita cierto tiempo para destruir todos los organismos. En agua a una temperatura mayor de 18°C, el contacto debe ser, al menos, de 30 minutos. Si está más fría, el tiempo se debe incrementar. Si se añade suficiente cloro, quedará un poco en el agua luego de que se eliminen todos las partículas, denominándose cloro libre. Éste permanece en el agua hasta perderse en el mundo exterior o hasta usarse para contrarrestar una nueva contaminación. La efectividad también se ve afectada por el pH (acidez) del agua. La cloración no se produce si el pH es mayor de 7,2 o menor de 6,8.
El consumo de cloro varía según la época del año, de la temperatura y los agentes contaminantes que entren en el agua. En invierno el consumo disminuye, mientras que aumenta en el verano.
El cloro se ha convertido en el producto más cotidiano para la desinfección y mantenimiento de piscinas. Junto a otros químicos, clarifican, desinfectan y alargan la vida útil del agua de los natatorios.
Los niveles correctos de cloro en una piscina van entre 0.6 y 2.0 ppm. Cuando la clorificación se ubica por debajo o por encima a los correctos puede causar problemas de salud, por ello es muy importante hacer mediciones del agua.
Existen dos presentaciones diferentes para ser aplicadas a las piscinas: líquido (más económico y de acción instantánea), o pastillas/granulados (de disolución lenta ideal para cloradores automáticos o flotantes).